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Entre Angeles y Demonios

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Mensaje por Elizabeth-San Vie 11 Abr 2008, 3:26 pm

¡¡¡Hola a todos!!!

Siento mucho la tardanza pero entre los finales y betear otro fic, no pude encargarme del mio Laughing

Bueno, a lo que venia.

Como pueden ver, el título de la historia es diferente pero eso no es lo unico. Ahora la historia se desarrollará en otro tiempo y tendrá más personajes y la trama será un poco mas compleja. Además de que los personajes que tenía antes tendran un cambio de personalidad un poco... drástico (bueno, eso creo yo XD)

Cualquier duda, solo dejenme un review.

Saludos


Última edición por Elizabeth-San el Vie 11 Abr 2008, 5:05 pm, editado 1 vez
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Entre Angeles y Demonios Empty Chapter 1

Mensaje por Elizabeth-San Vie 11 Abr 2008, 3:45 pm

Capitulo 1

En un lejano pueblo, de una ciudad que no vale la pena mencionar, vivía una joven que, guiada por sus impulsos, abandonó su hogar hacía ya varios años. ¿El motivo? Podría decirse que fue el mal de amor, o quizás, el dolor por la traición de un ser amado; ni siquiera ella misma lo sabe con exactitud.


Tan solo tenia 13 años —cumplidos el día en que se escapó de casa— cuando decidió abandonarlo todo y vivir en un lugar en el cual su príncipe y verdugo no la encontrara y la hiciese sufrir mas de lo que ya lo hacia. En un lugar en el que nadie pudiese reconocerla y llevarla de vuelta a ese infierno que muchos llamaban hogar. En ese infierno en el que lo vio por ultima vez…
De eso habían pasado seis años y sus heridas ya habían sanado. Ahora le tocaba disfrutar de la vida como si no hubiese tenido un pasado traumante y doloroso; o por lo menos eso era lo que ella deseaba.



La joven que reposaba tranquilamente sobre una amplia cama adoselada, abrió los ojos perezosamente; alguien había corrido los doseles y el sol empezó a darle de lleno en la cara.

—Buenos días, señorita Smith— saludó la mujer mientras corría las cortinas

—Buenos días, Margaret. ¿Podría decirme que hora es, por favor?


—Son las 8:00 de la mañana, señorita


La joven refunfuñó a la vez que se cubría completamente con la sabana.

— ¿Por qué me despertó tan temprano?

—No puede ser que se le haya olvidado que hoy tenía un compromiso a las 9:00 de la mañana.

— ¿Un compromiso?—preguntó al tiempo que se sentaba en la cama— No recuerdo haber acordado ninguna cita para el día de hoy

—Usted siempre tan olvidadiza— respondió la mujer mientras rebuscaba en el closet de la joven— Hoy había acordado ir a desayunar a la casa del joven Debrand.

La joven profirió un grito y se puso de pie rápidamente.

— ¿Cómo pude haber olvidado algo tan importante? ¿Cómo?-- decía mientras daba vueltas por toda la habitación

—Cálmese y entre a bañarse. Yo me encargaré de buscarle la ropa adecuada.

— Confío en su buen gusto, Margaret— respondió la joven antes de entrar al baño


***


Josh Henderson caminaba de un lado al otro de aquel gran salón con una notable expresión de preocupación en el rostro. Su madre lo observaba desde el sofá sin entender muy bien el porqué de su preocupación. Se suponía que el debía estar feliz por lo que el menor de los Henderson estaba haciendo pero el demostraba que lo que sentía era todo lo contrario.


— Podrías calmarte, me estás poniendo nerviosa.

—Lo siento, madre, pero no puedo calmarme. Vaya usted a saber que es lo que el imprudente de mi hermano le está diciendo a papá.

—Nada malo, de eso puedes estar seguro— respondió ella


— ¿Cómo puede estar tan segura?—preguntó el joven deteniendo su caminata— ¿Acaso usted sabe algo?


— No, no se nada; pero conociendo a tu hermano como lo conozco, se que no es nada malo.


— Yo no estaría tan seguro si fuese usted— sugirió al tiempo que se sentaba a su lado— Lucas ha estado actuando muy raro últimamente.


—Deja de pensar en tonterías, Josh. Tu hermano no está haciendo nada malo ni nada que perjudique a la familia.


—Hasta que no sepa que es lo que trama, no estaré tranquilo.


— ¿Por qué tanta insistencia en saber que es lo que hago?—escuchó preguntar desde la puerta. Inmediatamente dirigió su mirada hacia ese lugar y vio a su hermano mirándolo con curiosidad.


— Porque me preocupo por ti, hermano— respondió como si fuese algo obvio.


—Puedes estar tranquilo, Josh. No haré nada malo; te lo prometo— aseguró mientras se daba la vuelta y se dirigía a su habitación.


Josh no se quedó tranquilo con esa respuesta así que se puso de pie y se dispuso a seguir a su hermano. Jackeline no hizo el más mínimo intento para detenerlo; sabia de antemano que Josh no se quedaría con la duda y que haría todo lo posible por averiguar que era lo que Lucas tramaba. Pero Lucas no era un hueso fácil de roer así que el pequeño secreto que ambos tenían, quedaría guardado hasta que Lucas quisiese
revelarlo.


***

Jessica se bajó del auto y después de alisarse la larga falda de su vestido, se encaminó hacia la entrada de esa gran casa. Al llegar, fue recibida por una empleada que inmediatamente la guió hacia el salón; allí se suponía que la estaban esperando todos.

— Querida Jessica, que bueno que viniste— dijo la anfitriona cuando la vio entrar al salón— No sabes lo feliz que estoy de que hayas aceptado venir a desayunar con nosotros.

— El pacer es mío, señora Debrand— aseguró la joven mientras se sentaba en el lugar que Jocelyn le indicaba— ¿Dónde están Brian y su esposo?


— Deben estar terminando de arreglarse. Eso, en parte, me conviene un poco.


— ¿Por qué lo dice?


—Porque necesito hablar contigo de algo muy importante, y con Brian o mi esposo rondando por aquí, no podré hacerlo— respondió con voz apagada.

La mujer dejó de mirar a Jessica y se concentró en inspeccionar la sala como si fuese la primera vez que estuviese allí. A Jessica le extrañó su actitud ya que Jocelyn Debrand no era una de mujer de cohibirse a la hora de hablar. Ella solía decir las cosas muchas veces sin pensar en las consecuencias; al parecer esta vez ella quería decirle algo mucho mas delicado.

— ¿Qué es eso tan importante que tiene que decirme?

—Jessica, prométeme que no le dirás esto a Brian. Si el se entera que te lo dije…

—No se preocupe, señora Debrand. Yo no diré nada.

Jocelyn se irguió en su asiento y le dirigió a Jessica una mirada seria, calculadora. La joven solo se limitó a mirarla con curiosidad. Toda esa situación la estaba poniendo nerviosa.

—Brian está pensando en proponerte matrimonio…

Jessica no escuchó ni una sola palabra más. Fue como si sus oídos se hubiesen negado a seguir captando las demás palabras que la mujer pronunció. ¿Brian...proponiendole matrimonio? Un temblor recorrió su cuerpo y sus manos empezaron a sudar con solo recordar esas palabras.

— ¿Es…está segura de eso?—preguntó temiendo la respuesta que recibiría.

Si Brian le proponía matrimonio tenia dos opciones y ninguna de las dos le convenía. La primera era aceptar, lo que acarrearía un futuro encuentro con sus padres y, tal vez, con los Henderson. La segunda opción era rechazar la oferta, pero no tenia suficientes fundamentos para hacerlo. No podía decir que era porque no lo amaba ya que en esa época las bodas no se efectuaban solo por amor; la mayoría de las veces lo hacían por un interés en común: el dinero. Tampoco podía decir que era porque ya estaba comprometida porque no había tal prometido. Definitivamente estaba en un gran problema.

—Si, estoy segura— respondió Jocelyn sacándola de su estupor— Él mismo me lo dijo hace unos días. No sabes lo ilusionado que estaba…

—Yo… no se que decir. Todo esto es demasiado para mi.

—No tienes que decirme nada a mí, sino a mi hijo. Lo único que te pido, querida Jessica, es que lo pienses un poco antes de darle una respuesta. No me gustaría que Brian terminara sufriendo solo porque tomaste una decisión precipitada.

¿Decisión precipitada? ¿Con que derecho le decía eso cuando era su hijo él que la estaba guiando a una encrucijada de la cual no saldría bien librada?

—Se lo prometo, señora.

—Gracias—respondió la mujer brindándole una sonrisa a la joven— ¿Por que no esperamos a ese par de tontos en el comedor?


Después del desayuno y de una agradable conversación con los anfitriones, Jessica se dirigió a su casa sintiendo un nuevo peso en su espalda. ¿Como podía ser que un simple desayuno sirviera para arruinarle el día? Aunque Brian no había insinuado nada sobre dicha propuesta ella sabia que el momento llegaría tarde o temprano; quizás mas temprano que tarde.


Al llegar a la casa, una de las empleadas la recibió con una retahíla de la cual no captó ni una sola palabra. Se dirigió al salón y se sentó con pesadez en uno de los sillones. A los pocos minutos llegó Margaret.

— ¿Cómo le fue?

— Bien— respondió secamente

— ¿Podría explicarme entonces, por qué tiene esa cara?


—No quiero hablar de eso ahora, Margaret. Mejor dígame si hay alguna novedad.

— Si, le llegó estó— dijo la mujer entregándole un pequeño sobre a la joven.


Con solo ver el remitente, Jessica supo que el contenido de la carta no iba a ser nada bueno. Miró a Margaret y esta hizo un gesto negativo con la cabeza. Volvió a dirigirle una mirada a la carta y con serias dudas sobre si lo que estaba por hacer era lo correcto, la abrió.

Su rostro empezó a contorsionarse a medida que iba leyendo y sus manos apretaban el papel para que este no es escapara de sus temblorosos dedos. Cada tanto miraba a Margaret la cual tenía una expresión seria en el rostro; ella debía conocer el contenido de la carta.

Al finalizar tan larga y angustiante misiva, se puso de pie y salió del salón rumbo a cualquier lado. Las empleadas no volvieron a verla hasta entradas horas de la noche.
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Mensaje por Elizabeth-San Mar 22 Abr 2008, 11:39 am

Capitulo 2

***
¿Qué podemos hacer cuando el corazón y la razón nos dicen a gritos que lo que hacemos es lo correcto, a pesar de que la mayoría no lo cree así? ¿Qué podemos hacer cuando nuestro corazón está atado al de alguien que hace tiempo que dejó de sentir amor incluso por su propia vida? ¿Qué podemos hacer cuando amamos con locura a alguien que ama a otro? ¿Debemos
renunciar a ese sentimiento o debemos luchar por lo que queremos?

***


Lucas estaba mirando por la ventana del tren que lo llevaría a su destino.

Aún no se había sacado de la cabeza las crueles palabras de su hermano a pesar de haberlas escuchado hacía tantas horas. Nunca había visto a Josh actuar de esa forma y sintió miedo por lo que pudiera hacer a partir de ese momento. Pero ya no había vuelta de hoja. Ya se había embarcado en un peligroso viaje cuyo precio seria dolor y sangre. No quería pensar en eso, no quería creer que su noble acción pudiese terminar en catástrofe pero las palabras que le dijo su hermano lo incitaban a pensar que así sería el final de toda esa historia.

Movió la cabeza con pesadez tratando de que esos molestos pensamientos se esfumaran. Volvió a mirar por la ventana y se maravilló al ver el hermoso espectáculo que la naturaleza le ofrecía. Siguió contemplando el paisaje hasta que la noche cayó haciendo desaparecer la belleza del ocaso con su apremiante oscuridad. Las estrellas empezaron a titilar como incitándolo a que permaneciera observando el cielo hasta que llegara a su destino; así lo hizo. No tenia nada más que hacer y el cielo estaba lo suficientemente hermoso como para no dejar de mirarlo.

Al cabo de una hora el tren empezó a disminuir velocidad y a los pocos minutos se quedó completamente quieto; había llegado a su destino. Lentamente se puso de pie, tomó su maleta y se dispuso a salir del vagón. Caminó entre la ansiosa gente que buscaba anhelante a algún ser querido o conocido; entre las personas que se saludaban efusivamente; entre las personas que como él, no tenían a nadie esperándolo a la salida.

Eso creía cuando vio a un hombre—el cual tenía aspecto de chofer— con un cartel en la mano con su apellido escrito de forma bastante clara y visible. Se acercó a él con una clara expresión de desconcierto y solo por curiosidad le preguntó que a quien buscaba. El hombre dijo su nombre y después de unos segundos se dio la vuelta para dirigirse al auto. Lucas se tomo unos instantes para asimilar lo que acaba de pasar pero después decidió que lo mejor era seguir al hombre; si ya le había dicho que era a él a quien esperaba ¿Por qué debía preocuparse?

Cuando se hubo acercado al auto, el chofer tomó su maleta y la puso en el portaequipajes mientras le decía que no se preocupara, que fue precisamente a él a quien lo mandaron a buscar. Lucas decidió darle un voto de confianza a ese amable hombre y entró al auto. Antes de poner el auto en marcha, el chofer sacó un sobre de uno de sus bolsillos y se lo pasó al nervioso joven; Lucas, con algo de recelo, lo aceptó.

Querido Lucas:

Se que debes estar haciéndote muchas preguntas y que debes estar hecho un manojo de nervios— lamento eso— pero no podía decirte nada de esto porque quería que fuese una sorpresa.

Cuando me dijiste cuales eran tus planes, decidí ayudarte a pesar de lo que tu padre y tu hermano pudieran decir; así que preparé todo para que cuando llegaras al pueblo tuvieras un lugar confortable en el cual hospedarte, además de empleadas y un chofer. No te faltará nada, te lo aseguro.

Cualquier cosa que necesites no dudes en pedírmela y yo con gusto te la enviaré.

Sin más, me despido. Hasta pronto, querido hijo.

Atte.: Jackeline Henderson


Lucas respiró aliviado al saber que todo eso no era una conspiración ni un secuestro muy bien planeado. El chofer lo miró a través del espejo retrovisor y sonrió al ver su
reacción.


El trayecto al que sería su nuevo hogar fue corto y tranquilo. El auto se estacionó frente una gran— demasiado grande como para que viviera una sola persona— y hermosa casa. Esta tenia un muy bien cuidado jardín delantero y una esplendorosa e imponente fachada; definitivamente, la casa mas llamativa y ostentosa de toda la zona. Sonrió. Nunca se hubiese imaginado que el lugar en que el iba a vivir por un corto periodo de tiempo fuese tan suntuoso, pero eso era de esperarse conociendo los gustos de su madre. Ella era una mujer acostumbrada a los lujos y como tal no iba a permitir que su hijo— el cual había crecido rodeado de los mismos lujos que ella— estuviera en un lugar que no estuviese a su altura.

Al entrar a la casa, una señora alta, de tez pálida y sonrisa amable lo estaba esperando junto a unas cuantas empleadas más; eran cinco en total. La mujer—que era el ama de llaves— le dio la bienvenida con una expresión maternal en el rostro y accedió amablemente a responderle cada una de sus preguntas mientras le daba un paseo por la casa. Ésta era más grande de lo que imaginaba y tenia suficientes habitaciones y puertas como para que se perdiera un par de veces.

Mientras iban haciendo el recorrido le indicó cual era su habitación pero ella de todas formas lo acompañó hasta allí. Él no podía negar que estaba abrumado por las atenciones que le profesaban en esa casa pero en el fondo le agradecía el gesto. Cuando llegó a su habitación, la amable mujer le dijo que las empleadas estaban preparando la cena y después de una pequeña reverencia se dio la vuelta para vigilar que todo saliera bien.

Inmediatamente entró al lugar un exquisito olor lo embriagó. No supo identificarlo ni por qué le resultaba tan familiar pero no podía negar que le gustaba, y mucho. Se acercó al lugar en el que estaba su maleta y se dispuso a abrirla para colocar sus cosas en el armario; no le tomó mucho tiempo. Después de eso, bajó rumbo al comedor y como era de esperarse se perdió. De no haber sido por una joven empleada hubiese tardado horas en llegar a su destino.

Cenó, conversó con el ama de llaves— que respondía al nombre de Clara— mientras paseaban por el jardín bajo la atenta mirada de una que otra empleada que no podía creer que un amo fuese tan amable con una empleada. Cuando dieron las 10:00 de la noche y después de una pequeña reverencia —por parte de Clara— y de haberse deseado las buenas noches, ambos se dirigieron a sus habitaciones dispuestos a descansar; ese había sido un día agotador.


***

Jessica no necesitó que Margaret fuese a despertarla esta vez; no había dormido en toda la noche pensando en la forma mas idónea de salir de sus múltiples problemas pero siempre— muy a su pesar— llegaba a la misma dolorosa conclusión: hiciese lo que hiciese, el encuentro con sus padres era inevitable— o por lo menos casi inevitable—. Se llevó las manos al rostro en señal de frustración y después de permanecer unos minutos en esa posición, se puso de pie dispuesta a asearse.

Estuvo bastante rato sumergida en la espumosa bañera, tratando de vaciar su mente— intento que fue
en vano—. Escuchó ruidos provenientes de su habitación pero no se preocupó ni
se tomó la molestia de hacerle ver a la persona que había llegado que estaba en
el baño; sabía de sobra que era Margaret que había entrado con la intención de
despertarla. Esbozó una pequeña sonrisa antes de sumergirse completamente en la
bañera.


Salió de allí cuando el agua estaba completamente fría. Se envolvió con un albornoz blanco y cubrió su cabello con una toalla del mismo color. Al salir vio sobre la cama ya arreglada un vestido verde olivo con un hermoso bordado en la parte de arriba; las mangas eran lo suficientemente largas como para que le llegaran a los codos y estaban rematadas con un delicado encaje dorado; la falda, larga y amplia caía por el borde de la cama. La joven se acercó con una gran sonrisa en los labios a su
nueva posesión e inmediatamente lo puso contra su cuerpo para ver que tal se
veía.


—Al parecer, ver su nuevo vestido le ha alegrado el día— dijo Margaret con un tono serio

—No tanto como hubiese deseado pero algo es algo, mi querida Margaret.

La mujer se acercó a ella y le pasó un corsé que había sobre la cama al lado del vestido. Jessica en cambió le entregó el vestido para que lo pusiera de vuelta en la cama y después de eso se dispuso a quitarse el níveo albornoz para quedar semi-desnuda frente a la mujer. Se puso cada uno de los broches con una inusitada rapidez y esperó pacientemente hasta que su dama de compañía se acercara para ajustárselo.

— ¿Qué decía la carta?—preguntó mientras halaba con fuerza las cintas que colgaban libres por la parte de atrás del corsé

—Pensé que ya lo sabía— dijo después de quejarse

—Solo se lo obvio: que fue el joven Ariel el que le mandó la carta.

Jessica se tomó su tiempo antes de responderle, mas porque no podía hablar que por otra cosa. La presión que le hacia el corsé le impedía respirar con facilidad.

—Decía que papá está sospechando de él y que piensa iniciar una búsqueda— respondió mientras se secaba el cabello con la toalla que minutos antes había estado envolviéndolo

— ¿A estas alturas del juego piensa hacer eso? Pero si han pasado casi 6 años desde que se fue de su casa. ¿Con que motivos haría eso?

—Dio mi mano en matrimonio— respondió secamente al tiempo que tomaba el vestido y empezaba a probárselo— O por lo menos eso fue lo que escribió Ariel.

— ¿Qué piensa hacer entonces? ¿Piensa regresar a su casa?

—Si no me queda de otra tendré que hacerlo. Aquí las cosas no están muy bien que digamos, con eso de que Brian piensa proponerme matrimonio…

La mujer rió y Jessica la miró con mala cara.

—Eso no debería preocuparle, en lo absoluto. Dígale que no y punto. O mejor aun, dígale que ya está comprometida en matrimonio.

— ¡Pero no existe tal prometido!—Jessica se sentó de golpe en la cama con una expresión de frustración en el rostro. Parecía una niña pequeña a la cual le habían negado algo.

— Eso a ellos—ni a nosotras— nos consta. Además, recuerde que todavía tiene la carta que le mandó su hermano. Puede mostrársela y decirle que su padre
ya le hizo el “favor” de conseguirle marido.


— ¡Esa es una gran idea!— respondió la joven exultante. —No se como pude haberme preocupado por eso

—Pero aún queda un inconveniente ¿Qué hará respecto con lo otro? ¿Piensa irse del pueblo?

— ¿De verdad crees que después de tantos años mi padre se va a tomar la molestia de iniciar una búsqueda? Eso se lo dejaría a mi futuro esposo, si asumimos que existe. En todo caso, hay que ver que pasa. Lo más probable es que, como siempre, me equivoque y se aparezca una docena de soldados buscándome como locos por el pueblo.

Margaret la miró fijamente por unos segundos tratando de adivinar si esa inusitada calma que profesaba no era mas que una farsa, una mascara para esconder lo que realmente estaba sintiendo en esos momentos o el fruto de un plan previamente elaborado; con Jessica nunca se sabía.

Al cabo de media hora, Jessica bajó las escaleras completamente lista y con un vestido diferente al que se había estado probando. Bajó a desayunar con una actitud que las demás empleadas no esperaban ver en ella y después salió a dar un paseo por la plaza con su tan querida ama de compañía.

Margaret la miraba de soslayo mientras se dirigían con paso animado hacia uno de los bancos de piedra de la tan concurrida plaza, esperando que le dijera el motivo de su alegría, pero Jessica no mostraba indicios de querer decirle. Al final no dijo nada ya que no quería que la felicidad de la joven se desvaneciera cuando terminara de
formular su pregunta; no tuvo que esperar tanto. Jessica se crispó a su lado y apretó los puños sobre sus rodillas sin ninguna razón aparente. Le iba a preguntar que le pasaba pero no le dio tiempo ya que la joven se puso de pie bruscamente y se dirigió, con una expresión bastante rabiosa en el rostro, hacia el otro lado de la plaza.
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