Los Sobrevivientes
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Los Sobrevivientes
Creo que es el cuento que mejor me ha salido hasta ahora. De todos modos, le tengo mucho cariño.
Es una historia de ciencia ficción, pero que por ambiente y temática se puede clasificar como suspenso. Espero que les guste.
Cualquier comentario es bienvenido. Las críticas nos ayudan a escribir cada día un poco mejor.
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Los sobrevivientes
Estamos en guerra.
O por lo menos eso fue lo que me dijeron. Es difícil saber que es lo pasa allá afuera, es difícil que ellos te digan lo que pasa allá afuera, ¡qué demonios! no creo que ellos mismos tengan la menor idea.
Con Arturo estamos trabajando con una de las ventanas del segundo piso. No hemos avanzado mucho para no hacer ruido, pero creo que en un par de días podremos soltar una tabla lo suficiente como para mirar a la calle.
Día 25
Se quebró un pedazo de tabla hoy. Al principio creímos que nos habían escuchado, pero no pasó nada. El pedazo es muy chico, pero algo de la calle se alcanza a ver: un recuadro de asfalto negro. Con Arturo nos turnamos para mirar hacia afuera, el tiene un reloj así que contamos un minuto exacto para cada uno. No pasó nadie por la calle en todo el rato.
Tendremos que tratar de pegar el pedazo en su lugar, por si entran a esta pieza.
Día 31
Encontramos un pote de cola. Arturo no quiso pegar la tabla y siguió mirando el pedazo de asfalto. Le dije que no vería nada más; que ya no pasa nadie por esta calle, que parece que por lo mismo eligieron este barrio. Pero no me hizo caso y siguió con un ojo pegado a la ventana.
Lo dejé solo esta tarde y me puse a revisar entre las cosas que hay en el living. Encontré huellas de ratas marcadas en el polvo del suelo, creo que piensan que el sofá es un buen lugar para vivir. Y yo que pensaba que ni las ratas querrían vivir en este lugar; podría hacer un poco de filosofía de eso: "donde posas tus asentaderas hoy será el hogar de otros el día de mañana"
Día 46
Hallé los restos de una radio. Los junté y he estado viendo como hacer que funcionen. No he progresado mucho. Quizás podría preguntarle a él si me ayuda, pero no se me ocurre ninguna excusa convincente.
"Papá: ¿estás aburrido? Quizás podríamos reparar esta vieja radio para matar el tiempo. No, claro que no quiero buscar señales, si es que quedara alguna sin duda sería una trampa de nuestros enemigos para que delatemos nuestra ubicación"
Patético.
No funcionará. Tan sólo lograré que termine de romper los pedazos.
Arturo quizás podría. Pero se encierra en la pieza de arriba todo el día. Supongo que abrió un poco más la ventana pero no ha querido contestarme. El otro día traté de entrar, pero había bloqueado la puerta con algo, me imagino que puso una silla o incluso corrió la cómoda. No, no creo, hubiera hecho mucho ruido y no escuché nada.
Día 53
Hoy escuché el ruido de un motor. Estaba solo en la casa, si no cuento al inútil de mi hermano encerrado mirando por un agujero en la ventana.
Fue un ronroneo lejano y oscilante, como si estuviera a muchas cuadras de distancia y viniera traído por el viento. Duró unos instantes y después se apagó.
Supongo que debería haberles dicho, pero me hubieran prohibido subir a la casa.
En cuanto a Arturo, tampoco le dije, aunque supongo que lo escuchó también. Si él no me quiere contar que hace en la pieza del segundo, entonces yo tampoco le cuento nada.
Día 54
Estuve todo día en la casa esperando, tan callado que hasta las ratas se confiaron y salieron a dar vueltas. Tenía razón, hicieron nido en el sillón.
No volví a escuchar el motor ni nada que se le parezca.
Tampoco escuché a Arturo. Me pregunto que demonios está haciendo. Y no soy el único que empieza a tener preguntas; ellos nos preguntaron, mientras fingíamos que la basura que aún queda para comer era una cena, que era lo que hacíamos durante el día. Y antes de que pudiera pensar una mentira agradable de escuchar Arturo contestó: "Lo único que se puede hacer en este lugar: esperar en silencio hasta la muerte para evitar que el enemigo venga y nos mate"
Fue como si el tan alardeado enemigo hubiera lanzado una de sus bombas sobre nuestra mesa, haciendo volar por el aire las papas deformes por los residuos en que crecieron y esa masa sintética que mamá insiste en llamar carne.
Fue divertido ahora que lo pienso.
Primero ella abrió los ojos desmesuradamente ante la herejía y miró hacia la escalera que sube a la casa, esperando que la trampilla se abriera de golpe para revelar a los soldados que su hijo había invocado. Retorció la servilleta entre sus manos hinchadas y rojizas en una muda e inútil plegaria por su vida.
Al mismo tiempo, el rostro de él enrojeció hasta que pensé que quizás le daría un ataque o estallaría en gritos. No sucedió ninguna de las anteriores. Ni siquiera una repetición del manual de seguridad familiar. Tan sólo la orden de "vete a tu litera y no salgas" mascullada en voz tan baja que mas bien interpretamos el movimiento de sus labios que escucharla de hecho.
Debería felicitar a Arturo. Quizás lo haga cuando me cuente que es lo que hace.
Día 55
Arturo no está.
Ni en el refugio subterráneo ni en la casa.
No dejamos ni un rincón sin revisar; ni siquiera las ratas pudieron permanecer en paz en su sofá.
Ellos no saben como salió, pero están seguros de que se fue. Primero se preocuparon por él y su suerte, de su más que probable muerte al doblar al esquina. Pero una de las cosas que se aprende tratando de sobrevivir es que los muertos están... eso mismo... muertos. Por lo que la preocupación actual es si que si harán una redada, ahora que saben que este barrio aún está habitado; que si deberíamos buscar un nuevo escondite o si basta con sepultarnos vivos bajo tierra los próximos, digamos, tres meses.
Si supieran lo que yo sé cerrarían la trampilla y fundirían la cerradura.
Arturo se fue, pero no a vagar al azar por las calles como suponen. Salió de la calle y siguió derecho hacia adelante, dándole la espalda a la ventana que había logrado despejar completamente. Fue hacia el camión militar estacionado a varias cuadras más allá, con quien estaba intercambiando señales sólo Dios sabe desde hace cuanto.
Día 56
Debo reconocer que cuando papá decidió que mantendría viva a su familia a toda costa sabía bien lo que estaba haciendo. No sólo eligió el lugar perfecto para esconderse hasta que los bandos en guerra se mataran mutuamente, si no que se aseguró que lograríamos sobrevivir ocurriera el desastre que ocurriera. Si incluso pensó en que hacer si alguno de los suyos lo traicionaba, no me sorprendería, ahora que tengo un arma en la mano y suficientes municiones como para que alguien con mala puntería pueda despachar a un pelotón.
Estoy en la habitación de Arturo mirando como las sombras se alargan y el cielo se tiñe de color verde amarillento. Les dije que me quedaría arriba y vigilaría que no se acercara nadie. Me traicioné con esa frase, porque como podría vigilar a alguien tras una ventana tapiada, pero no están de ánimo para interrogaciones.
Él se quedó sentado al pie de la escalera, vigilando la linea de luz que filtra bajo la puerta principal. Supongo que el correteo de las ratas lo saca de quicio, pero no se queja. Piensa que su vida depende de que tan silenciosamente respire, a si que menos se permitirá un murmullo para ahuyentar a los roedores.
El camión se fue durante la noche. Espero que Arturo esté bien donde sea que esté.
Día 59
El barrio sigue tan muerto como siempre. Ni camión ni soldados ni Arturo. Nada.
Sólo el mismo viento agitando las ramas resecas de los mismos árboles. A veces escucho el motor a lo lejos, otras la voz de Arturo a mi lado. Una vez, el estruendo apocalíptico cuando mi padre mató a una rata de un tiro.
Pero aún así, nada.
Seguimos esperando en silencio que algún día vengan por nosotros.
Día 63
¡No! ¡No puedo equivocarme! Ese es el mismo condenado Arturo que viene caminando por la calle como si fuera lo más natural del mundo. Me acaba de saludar con la mano, pero no hay forma de que me hubiera visto. Sólo Arturo sabría que una vez que se fue yo tomaría su lugar en la ventana.
Espero que tenga una buena excusa preparada, porque papá tiene un rifle cargado y sabe perfectamente como usarlo. Quizás la guerra terminó y viene a decirnos que podemos volver a casa. Podríamos celebrar quemando las últimas porciones de papas mutantes o quizás cazar un par de ratas para tener carne de verdad. ¡Sí! Una última de estas detestables comidas antes de volver.
No alcancé a llegar a la escalera. Arturo no alcanzó a abrir la puerta antes del disparo. Su sombra al recortar la luz fue suficiente.
Él abrió la puerta y lo vio tirado en el umbral. No parecía sorprendido, después de todo, lo estuvo esperando todo este tiempo. Ambos lo esperaban.
Él lo llamó traidor. Arturo lo llamó cobarde y le dijo que por lo menos ahora podría preocuparse por problemas reales. Que nos había vendido. Que vendrían por nosotros.
Él no dijo nada. Tan sólo apoyó la escopeta contra su cabeza y disparó.
Ella me dijo que ayudara a deshacerme del cadáver.
Yo disparé dos veces.
Arturo está muerto.
Ellos están muertos.
Las ratas huyeron por el ruido de los disparos, pero ahora vuelven, a curiosear entre las manos crispadas de mi padre y a reflejarse en el espejo opaco de los ojos abiertos de mi madre, vacíos ya, sin reflejar nunca más el resplandor del miedo.
Sus pequeñas garras resuenan en el piso y van marcando sus pequeñas huellas en rojo, ligeros rasguños en el polvo de esta casa deshabitada.
Ya no tienen miedo, no ahora, ni nunca más.
Y yo, yo termino de escribir.
Y evito mirar las sombras que empiezan a crecer una vez más, evito escuchar el viento que me trae el rumor de pasos de soldados y puertas derribadas, evito pensar en que pasó, en que está ocurriendo y por sobre todo, en que está por venir.
El arma aún está cargada.
Ya no tendré miedo.
Es una historia de ciencia ficción, pero que por ambiente y temática se puede clasificar como suspenso. Espero que les guste.
Cualquier comentario es bienvenido. Las críticas nos ayudan a escribir cada día un poco mejor.
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Los sobrevivientes
Siempre había una minoría que tenía miedo de algo,
y una gran mayoría que tenía miedo de la oscuridad,
miedo del futuro, miedo del presente, miedo de ellos mismos
y de las sombras de ellos mismos.
Ray Bradbury
Día 22y una gran mayoría que tenía miedo de la oscuridad,
miedo del futuro, miedo del presente, miedo de ellos mismos
y de las sombras de ellos mismos.
Ray Bradbury
Estamos en guerra.
O por lo menos eso fue lo que me dijeron. Es difícil saber que es lo pasa allá afuera, es difícil que ellos te digan lo que pasa allá afuera, ¡qué demonios! no creo que ellos mismos tengan la menor idea.
Con Arturo estamos trabajando con una de las ventanas del segundo piso. No hemos avanzado mucho para no hacer ruido, pero creo que en un par de días podremos soltar una tabla lo suficiente como para mirar a la calle.
Día 25
Se quebró un pedazo de tabla hoy. Al principio creímos que nos habían escuchado, pero no pasó nada. El pedazo es muy chico, pero algo de la calle se alcanza a ver: un recuadro de asfalto negro. Con Arturo nos turnamos para mirar hacia afuera, el tiene un reloj así que contamos un minuto exacto para cada uno. No pasó nadie por la calle en todo el rato.
Tendremos que tratar de pegar el pedazo en su lugar, por si entran a esta pieza.
Día 31
Encontramos un pote de cola. Arturo no quiso pegar la tabla y siguió mirando el pedazo de asfalto. Le dije que no vería nada más; que ya no pasa nadie por esta calle, que parece que por lo mismo eligieron este barrio. Pero no me hizo caso y siguió con un ojo pegado a la ventana.
Lo dejé solo esta tarde y me puse a revisar entre las cosas que hay en el living. Encontré huellas de ratas marcadas en el polvo del suelo, creo que piensan que el sofá es un buen lugar para vivir. Y yo que pensaba que ni las ratas querrían vivir en este lugar; podría hacer un poco de filosofía de eso: "donde posas tus asentaderas hoy será el hogar de otros el día de mañana"
Día 46
Hallé los restos de una radio. Los junté y he estado viendo como hacer que funcionen. No he progresado mucho. Quizás podría preguntarle a él si me ayuda, pero no se me ocurre ninguna excusa convincente.
"Papá: ¿estás aburrido? Quizás podríamos reparar esta vieja radio para matar el tiempo. No, claro que no quiero buscar señales, si es que quedara alguna sin duda sería una trampa de nuestros enemigos para que delatemos nuestra ubicación"
Patético.
No funcionará. Tan sólo lograré que termine de romper los pedazos.
Arturo quizás podría. Pero se encierra en la pieza de arriba todo el día. Supongo que abrió un poco más la ventana pero no ha querido contestarme. El otro día traté de entrar, pero había bloqueado la puerta con algo, me imagino que puso una silla o incluso corrió la cómoda. No, no creo, hubiera hecho mucho ruido y no escuché nada.
Día 53
Hoy escuché el ruido de un motor. Estaba solo en la casa, si no cuento al inútil de mi hermano encerrado mirando por un agujero en la ventana.
Fue un ronroneo lejano y oscilante, como si estuviera a muchas cuadras de distancia y viniera traído por el viento. Duró unos instantes y después se apagó.
Supongo que debería haberles dicho, pero me hubieran prohibido subir a la casa.
En cuanto a Arturo, tampoco le dije, aunque supongo que lo escuchó también. Si él no me quiere contar que hace en la pieza del segundo, entonces yo tampoco le cuento nada.
Día 54
Estuve todo día en la casa esperando, tan callado que hasta las ratas se confiaron y salieron a dar vueltas. Tenía razón, hicieron nido en el sillón.
No volví a escuchar el motor ni nada que se le parezca.
Tampoco escuché a Arturo. Me pregunto que demonios está haciendo. Y no soy el único que empieza a tener preguntas; ellos nos preguntaron, mientras fingíamos que la basura que aún queda para comer era una cena, que era lo que hacíamos durante el día. Y antes de que pudiera pensar una mentira agradable de escuchar Arturo contestó: "Lo único que se puede hacer en este lugar: esperar en silencio hasta la muerte para evitar que el enemigo venga y nos mate"
Fue como si el tan alardeado enemigo hubiera lanzado una de sus bombas sobre nuestra mesa, haciendo volar por el aire las papas deformes por los residuos en que crecieron y esa masa sintética que mamá insiste en llamar carne.
Fue divertido ahora que lo pienso.
Primero ella abrió los ojos desmesuradamente ante la herejía y miró hacia la escalera que sube a la casa, esperando que la trampilla se abriera de golpe para revelar a los soldados que su hijo había invocado. Retorció la servilleta entre sus manos hinchadas y rojizas en una muda e inútil plegaria por su vida.
Al mismo tiempo, el rostro de él enrojeció hasta que pensé que quizás le daría un ataque o estallaría en gritos. No sucedió ninguna de las anteriores. Ni siquiera una repetición del manual de seguridad familiar. Tan sólo la orden de "vete a tu litera y no salgas" mascullada en voz tan baja que mas bien interpretamos el movimiento de sus labios que escucharla de hecho.
Debería felicitar a Arturo. Quizás lo haga cuando me cuente que es lo que hace.
Día 55
Arturo no está.
Ni en el refugio subterráneo ni en la casa.
No dejamos ni un rincón sin revisar; ni siquiera las ratas pudieron permanecer en paz en su sofá.
Ellos no saben como salió, pero están seguros de que se fue. Primero se preocuparon por él y su suerte, de su más que probable muerte al doblar al esquina. Pero una de las cosas que se aprende tratando de sobrevivir es que los muertos están... eso mismo... muertos. Por lo que la preocupación actual es si que si harán una redada, ahora que saben que este barrio aún está habitado; que si deberíamos buscar un nuevo escondite o si basta con sepultarnos vivos bajo tierra los próximos, digamos, tres meses.
Si supieran lo que yo sé cerrarían la trampilla y fundirían la cerradura.
Arturo se fue, pero no a vagar al azar por las calles como suponen. Salió de la calle y siguió derecho hacia adelante, dándole la espalda a la ventana que había logrado despejar completamente. Fue hacia el camión militar estacionado a varias cuadras más allá, con quien estaba intercambiando señales sólo Dios sabe desde hace cuanto.
Día 56
Debo reconocer que cuando papá decidió que mantendría viva a su familia a toda costa sabía bien lo que estaba haciendo. No sólo eligió el lugar perfecto para esconderse hasta que los bandos en guerra se mataran mutuamente, si no que se aseguró que lograríamos sobrevivir ocurriera el desastre que ocurriera. Si incluso pensó en que hacer si alguno de los suyos lo traicionaba, no me sorprendería, ahora que tengo un arma en la mano y suficientes municiones como para que alguien con mala puntería pueda despachar a un pelotón.
Estoy en la habitación de Arturo mirando como las sombras se alargan y el cielo se tiñe de color verde amarillento. Les dije que me quedaría arriba y vigilaría que no se acercara nadie. Me traicioné con esa frase, porque como podría vigilar a alguien tras una ventana tapiada, pero no están de ánimo para interrogaciones.
Él se quedó sentado al pie de la escalera, vigilando la linea de luz que filtra bajo la puerta principal. Supongo que el correteo de las ratas lo saca de quicio, pero no se queja. Piensa que su vida depende de que tan silenciosamente respire, a si que menos se permitirá un murmullo para ahuyentar a los roedores.
El camión se fue durante la noche. Espero que Arturo esté bien donde sea que esté.
Día 59
El barrio sigue tan muerto como siempre. Ni camión ni soldados ni Arturo. Nada.
Sólo el mismo viento agitando las ramas resecas de los mismos árboles. A veces escucho el motor a lo lejos, otras la voz de Arturo a mi lado. Una vez, el estruendo apocalíptico cuando mi padre mató a una rata de un tiro.
Pero aún así, nada.
Seguimos esperando en silencio que algún día vengan por nosotros.
Día 63
¡No! ¡No puedo equivocarme! Ese es el mismo condenado Arturo que viene caminando por la calle como si fuera lo más natural del mundo. Me acaba de saludar con la mano, pero no hay forma de que me hubiera visto. Sólo Arturo sabría que una vez que se fue yo tomaría su lugar en la ventana.
Espero que tenga una buena excusa preparada, porque papá tiene un rifle cargado y sabe perfectamente como usarlo. Quizás la guerra terminó y viene a decirnos que podemos volver a casa. Podríamos celebrar quemando las últimas porciones de papas mutantes o quizás cazar un par de ratas para tener carne de verdad. ¡Sí! Una última de estas detestables comidas antes de volver.
No alcancé a llegar a la escalera. Arturo no alcanzó a abrir la puerta antes del disparo. Su sombra al recortar la luz fue suficiente.
Él abrió la puerta y lo vio tirado en el umbral. No parecía sorprendido, después de todo, lo estuvo esperando todo este tiempo. Ambos lo esperaban.
Él lo llamó traidor. Arturo lo llamó cobarde y le dijo que por lo menos ahora podría preocuparse por problemas reales. Que nos había vendido. Que vendrían por nosotros.
Él no dijo nada. Tan sólo apoyó la escopeta contra su cabeza y disparó.
Ella me dijo que ayudara a deshacerme del cadáver.
Yo disparé dos veces.
Arturo está muerto.
Ellos están muertos.
Las ratas huyeron por el ruido de los disparos, pero ahora vuelven, a curiosear entre las manos crispadas de mi padre y a reflejarse en el espejo opaco de los ojos abiertos de mi madre, vacíos ya, sin reflejar nunca más el resplandor del miedo.
Sus pequeñas garras resuenan en el piso y van marcando sus pequeñas huellas en rojo, ligeros rasguños en el polvo de esta casa deshabitada.
Ya no tienen miedo, no ahora, ni nunca más.
Y yo, yo termino de escribir.
Y evito mirar las sombras que empiezan a crecer una vez más, evito escuchar el viento que me trae el rumor de pasos de soldados y puertas derribadas, evito pensar en que pasó, en que está ocurriendo y por sobre todo, en que está por venir.
El arma aún está cargada.
Ya no tendré miedo.
Mircalla- Novato
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Edad : 43
Fecha de inscripción : 07/04/2008
Re: Los Sobrevivientes
Muy buena historia, Mircalla.
Me gustó mucho la forma en que la contaste.
De verdad te quedó muy bien.
Saludos
Me gustó mucho la forma en que la contaste.
De verdad te quedó muy bien.
Saludos
Re: Los Sobrevivientes
Muchas gracias, Elizabeth
Mircalla- Novato
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Cantidad de envíos : 31
Edad : 43
Fecha de inscripción : 07/04/2008
Re: Los Sobrevivientes
Estoy sin palabras. es tan real y tan irreal al a vez que me quede conmocioada...
Muy buena.
xxxTinsa
Muy buena.
xxxTinsa
Re: Los Sobrevivientes
Muchísimas gracias
Mircalla- Novato
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Cantidad de envíos : 31
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Fecha de inscripción : 07/04/2008
Re: Los Sobrevivientes
¡Qué barbara!, que suspenso, que intriga y que miedo. Muy buen cuento, te felicito, algo siniestro, pero buenisimo.
Muchas felicidades.
Serena Potter
Muchas felicidades.
Serena Potter
Re: Los Sobrevivientes
Muchas gracias Perdón por demorarme tanto en contestar, pero no recibí un correo de anuncio o se me traspapeló en el bandeja de entrada. Bueno, muchas gracias por leer.
Mircalla- Novato
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Fecha de inscripción : 07/04/2008
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